No podía resistirme a leer la nueva novela de Mónica Gutiérrez, un título sugerente y apropiado para el momento en cuestión, me hizo decidirme por "Todos los veranos de mundo". Hoy os traigo mis impresiones:
Nº de páginas: 320 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: ROCA EDITORIAL DE LIBROS
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788417092924
Mónica Gutiérrez nació y vive en Barcelona. Es licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y en Historia por la Universitat de Barcelona (UB).
Apasionada lectora, escribe novela, relatos y poesía, compagina la escritura de ficción con la docencia y suele charlar de literatura con buenos amigos en su blog Serendipia.
Debutó en el mundo de la publicación con Cuéntame una noctalia, y las buenas críticas de Un hotel en ninguna parte, su segunda novela, han mantenido a la autora durante más de un año en la lista de los más vendidos de Amazon
Sinopsis:
Helena no sabe cómo sobreviven las familias cuando coinciden todos sus miembros bajo el mismo techo, pero está a punto de averiguarlo. Decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos sus veranos de infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido de vista durante muchos años, y la vida en el pueblo deja de ser tranquila.
Quizás sea el momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá sea tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.
Mis Impresiones:
Helena Brunet es una joven y exitosa abogada que trabaja para uno de los mejores bufetes de la ciudad y que está prometida con Jofre, un juez dedicado a su trabajo y uno de los más jóvenes de la Audiencia Provincial de lo Civil de Barcelona. Tas años de convivencia serena, ambos han decidido casarse en Serralles, un pequeño pueblo al pie de los Pirineos, en la masía familiar en la que Helena pasaban los veranos familiares y en la que ahora vive su madre. No está segura de que sea una buena idea, no ha vuelto desde que su padre murió hace dos años… no está preparada para la ausencia, para los reproches de su hermana Silvia, bióloga y activista ecologista con la que su bufete ha tenido algunos desencuentros, ni para convivir con sus sobrinos con los que no sabe de qué hablar, no sabe cómo va a sobrevivir a la convivencia con los adultos de su familia, todos juntos bajo el mismo techo…
La sorpresa de que su madre ha remodelado la casa familiar convirtiéndola en una escuela de cocina rural, que han desaparecido las fotos familiares y convertido la entrada en una recepción acristalada no augura nada bueno… pero en cambio, el descubrimiento de una pequeña librería con encanto “La biblioteca voladora”, dónde tomar un té con una nube y sin azúcar, charlar sobre literatura y rescatar pequeñas joyas literarias, el entorno apacible del lugar y el reencuentro con Marc Montañes, su compañero de juegos de su infancia, le devolverá poco a poco la paz y le hará replantearse su presente y su futuro.
Tras una lectura absorbente de un thriller policial, no estaba segura de que fuera muy buena idea un cambio tan brusco y adentrarme en esta novela, o quizás sí, tal vez un feel-good mantendría de nuevo mis pulsaciones en su ritmo normal, lo que si tengo claro es que ha sido la autora y no el género literario, la que ha conseguido serenarme, hacerme sentir cómoda con la lectura, sacarme una sonrisa y evocar mis veranos familiares con nostalgia.
Porque no me cabe ninguna duda de que Mónica es capaz de llevarnos a cualquier parte, a cualquier estación del año y crear una novela con su propio sello: un pequeño hotel, una casa rodeada de nieve o una masía caótica a pie de los Pirineos, diferentes lugares pero la misma sensación de refugio. Con una posa sencilla pero cálida, ella hace suya la historia dejando un poco de sí misma en cada novela, sus recomendaciones literarias, sus forma de tomar el té, sus sueños infantiles: Peter, Wendy… y los acompaña con personajes sencillos, de carne y hueso, con sus fallos, sus virtudes y sus inseguridades, y les añade otros de ensueño, sacados de algún lugar especial, personajes peculiares y diferentes pero que se hacen entrañables… haciendo de toda la historia, y de la lectura en especial, un remanso de paz y de tranquilidad, un lugar en el que refugiarse del calor sintiendo el frescor de las cumbres, el olor a espliego, a romero y a agujas de pino, a fruta madura, a uvas… y que nos hace cerrar los ojos para afirmar que la vida es esto, aunque lo olvidemos: la importancia de ser uno mismo, saber quiénes somos, de dónde venimos y buscar lo que verdaderamente nos hace felices.
En definitiva, “Todos los veranos del mundo” es una agradable lectura veraniega con la que calmar el estrés y el calor de esta época del año, una bonita historia, sencilla pero reconfortante, que nos hace terminar con esa placentera sensación de felicidad, una agradable lectura con la que volvemos a adentrarnos en el universo “Serendipia” y que os recomiendo leer.
La sorpresa de que su madre ha remodelado la casa familiar convirtiéndola en una escuela de cocina rural, que han desaparecido las fotos familiares y convertido la entrada en una recepción acristalada no augura nada bueno… pero en cambio, el descubrimiento de una pequeña librería con encanto “La biblioteca voladora”, dónde tomar un té con una nube y sin azúcar, charlar sobre literatura y rescatar pequeñas joyas literarias, el entorno apacible del lugar y el reencuentro con Marc Montañes, su compañero de juegos de su infancia, le devolverá poco a poco la paz y le hará replantearse su presente y su futuro.
Tras una lectura absorbente de un thriller policial, no estaba segura de que fuera muy buena idea un cambio tan brusco y adentrarme en esta novela, o quizás sí, tal vez un feel-good mantendría de nuevo mis pulsaciones en su ritmo normal, lo que si tengo claro es que ha sido la autora y no el género literario, la que ha conseguido serenarme, hacerme sentir cómoda con la lectura, sacarme una sonrisa y evocar mis veranos familiares con nostalgia.
Porque no me cabe ninguna duda de que Mónica es capaz de llevarnos a cualquier parte, a cualquier estación del año y crear una novela con su propio sello: un pequeño hotel, una casa rodeada de nieve o una masía caótica a pie de los Pirineos, diferentes lugares pero la misma sensación de refugio. Con una posa sencilla pero cálida, ella hace suya la historia dejando un poco de sí misma en cada novela, sus recomendaciones literarias, sus forma de tomar el té, sus sueños infantiles: Peter, Wendy… y los acompaña con personajes sencillos, de carne y hueso, con sus fallos, sus virtudes y sus inseguridades, y les añade otros de ensueño, sacados de algún lugar especial, personajes peculiares y diferentes pero que se hacen entrañables… haciendo de toda la historia, y de la lectura en especial, un remanso de paz y de tranquilidad, un lugar en el que refugiarse del calor sintiendo el frescor de las cumbres, el olor a espliego, a romero y a agujas de pino, a fruta madura, a uvas… y que nos hace cerrar los ojos para afirmar que la vida es esto, aunque lo olvidemos: la importancia de ser uno mismo, saber quiénes somos, de dónde venimos y buscar lo que verdaderamente nos hace felices.
En definitiva, “Todos los veranos del mundo” es una agradable lectura veraniega con la que calmar el estrés y el calor de esta época del año, una bonita historia, sencilla pero reconfortante, que nos hace terminar con esa placentera sensación de felicidad, una agradable lectura con la que volvemos a adentrarnos en el universo “Serendipia” y que os recomiendo leer.