Hace más de dos años que leí "El tren de los huérfanos", una novela que estuvo entre mis mejores lecturas del 2015 y por ello, tenía especial interés en volver a leer algo de la misma autora. Hoy os traigo mis impresiones de "Un rincón del mundo".
Nº de páginas: 296 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: S.A. EDICIONES B
ISBN: 9788466662208
P.V.P 18.00€
Christina Baker Kline es novelista, ensayista y editora. Nació en Cambridge, Inglaterra y se educó primero allí y luego en el sur de Estados Unidos y en Maine. Sus ensayos, artículos y reseñas han aparecido en medios como el San Francisco Chronicle, More y Psychology Today. Su novela "El tren de los huérfanos" publicada por Ediciones B en 2015, ocupó el número uno en las listas de libros más vendidos del New York times. Vive en una vieja casa en Montlcair, Nueva Jersey, con su marido y tres hijos.
Sinopsis:
Para Christina Olson, el mundo se reducía al lugar donde había nacido: la granja familiar en Cushing, un pequeño pueblo costero de Maine. Aquejada por una enfermedad que le producía una creciente incapacidad, parecía destinada a una vida limitada. Sin embargo, durante más de dos décadas Christina fue la inspiración del artista Andrew Wyeth, quien la retrató en uno de los cuadros más conocidos del siglo XX en Estados Unidos.
Mis Impresiones:
Hace ya dos años largos que leí “El tren de los huérfanos”, una historia de ficción sobre unos hechos reales conmovedores y desconocidos para mí, en la que además, se apreciaba el gran talento narrativo de la autora. Así que cuando supe de su nueva novela, no lo dudé ni un momento, y más aún, cuando supe que en esta historia ficcionaba la vida de una mujer que inspiró la obra de uno de los pintores realistas más reconocidos en EEUU: Andrew Wyetch. Soy aficionada a la pintura, pero me gustan más los impresionistas y a este autor solo lo conocía por referencias, pero aún así, consideré que esta novela también tenía ingredientes atractivos para interesarme por ella. Sin embargo, la novela ha supuesto una pequeña decepción, no ha llegado a emocionarme como lo hizo “El tren de los huérfanos”.
La novela está estructurada en siete partes tituladas que incluyen dos capítulos que siguen dos hilos temporales:
-En 1939 Betsy James, una joven que veranea en Maine y desde los 9 años visita a Christina Olson en su decadente granja familiar, se acerca a verla con su prometido: Andrew Wyetch, el hijo de N.C Wyeth, el famoso ilustrador de “La isla del tesoro”. El joven es pintor, y fascinado por la luz del lugar, comienza a realizar un bosquejo de la casa. A partir de entonces y hasta 1948, Andrew acudirá todos los veranos para pintar rincones de la granja, que quedará inmortalizada en su obra.
-En el otro hilo temporal, nos trasladamos a 1896 para adentrarnos en el mundo de Christina Olson, una mujer con una enfermedad degenerativa descendiente de los Hathorn de Masschusetts, una estirpe de marinos emparentados con el juez de los juicios de brujas en Salem y de los que, según su abuela Memey, ha heredado el espíritu de hierro y la voluntad perseverante de la familia.
Con una prosa sencilla y cuidada y un desarrollo de la historia que imprime a la novela un tono bucólico y pausado, iremos tirando de ambos hilos temporales narrados en primera persona a través de la voz narrativa de Christina. Ella nos contará su historia remontándose a sus orígenes familiares, su enfermedad, su tenacidad para seguir realizando las tareas de la granja o jugar con los otros niños, sus años escolares, su pasión por los poemas de Emily Dickinson, su desilusión al no permitirle seguir estudiando para ser maestra, su primer amor, sus desilusiones… Todo será contado según la perspectiva de Christina, y año tras año, estación tras estación, junto a las labores propias de una granja, iremos conociendo y sorprendiéndonos con este personaje y su entorno, una casa decadente sin agua corriente que sus antepasados utilizaron como hostal, pero que languidece con el paso de los años al igual que sus habitantes.
En cambio en el otro hilo temporal, en la parte de la historia en la que el pintor entra en sus vidas, apenas pasa nada, más allá de las idas y venidas de Andy para pintar diferentes bocetos de la casa, de Christina o de su hermano (y que si buscamos en la obra del autor podemos reconocer fácilmente), no ocurre nada relevante, quizás con otra voz narrativa que nos permitiera conocer a Christina desde otra perspectiva, y sobre todo conocer a Andrew Wyetch, la novela me hubiera causado una sensación diferente, pero creo que la intención de la autora no era conocer al autor de los cuadros si no sus obras, lo que le inspiró y quiso reflejar en sus pinturas... y eso sí es algo que la autora ha conseguido trasmitir.
Por ello, Christina es el único personaje bien dibujado de la novela y el único que conoceremos en profundidad, y sin embargo, es un personaje que me ha trasmitido sensaciones muy contradictorias con el devenir de su historia, la compasión inicial, e incluso la admiración que he sentido al inicio de la novela por su tenacidad, se transforma en terquedad con el paso del tiempo y la convierte en un ser egoísta que me ha confundido, y con el que supongo, la autora ha querido reflejar la amargura que ha ido envenenando su existencia anclada a ese lugar.
En definitiva, “Un rincón del mundo” es una novela de ficción histórica sobre la mujer y el lugar que inspiró gran parte de la obra del pintor Andrew Wyeth, una novela con un toque costumbrista, de ritmo pausado y tono bucólico que no ha conseguido emocionarme ni trasmitirme mucho más de lo que refleja la obra del autor.
Mis Impresiones:
Hace ya dos años largos que leí “El tren de los huérfanos”, una historia de ficción sobre unos hechos reales conmovedores y desconocidos para mí, en la que además, se apreciaba el gran talento narrativo de la autora. Así que cuando supe de su nueva novela, no lo dudé ni un momento, y más aún, cuando supe que en esta historia ficcionaba la vida de una mujer que inspiró la obra de uno de los pintores realistas más reconocidos en EEUU: Andrew Wyetch. Soy aficionada a la pintura, pero me gustan más los impresionistas y a este autor solo lo conocía por referencias, pero aún así, consideré que esta novela también tenía ingredientes atractivos para interesarme por ella. Sin embargo, la novela ha supuesto una pequeña decepción, no ha llegado a emocionarme como lo hizo “El tren de los huérfanos”.
La novela está estructurada en siete partes tituladas que incluyen dos capítulos que siguen dos hilos temporales:
-En 1939 Betsy James, una joven que veranea en Maine y desde los 9 años visita a Christina Olson en su decadente granja familiar, se acerca a verla con su prometido: Andrew Wyetch, el hijo de N.C Wyeth, el famoso ilustrador de “La isla del tesoro”. El joven es pintor, y fascinado por la luz del lugar, comienza a realizar un bosquejo de la casa. A partir de entonces y hasta 1948, Andrew acudirá todos los veranos para pintar rincones de la granja, que quedará inmortalizada en su obra.
“Hay algo en este lugar (…) Tengo la sensación de que podría estar pintándolo diez años y nunca me cansaría.”
-En el otro hilo temporal, nos trasladamos a 1896 para adentrarnos en el mundo de Christina Olson, una mujer con una enfermedad degenerativa descendiente de los Hathorn de Masschusetts, una estirpe de marinos emparentados con el juez de los juicios de brujas en Salem y de los que, según su abuela Memey, ha heredado el espíritu de hierro y la voluntad perseverante de la familia.
Con una prosa sencilla y cuidada y un desarrollo de la historia que imprime a la novela un tono bucólico y pausado, iremos tirando de ambos hilos temporales narrados en primera persona a través de la voz narrativa de Christina. Ella nos contará su historia remontándose a sus orígenes familiares, su enfermedad, su tenacidad para seguir realizando las tareas de la granja o jugar con los otros niños, sus años escolares, su pasión por los poemas de Emily Dickinson, su desilusión al no permitirle seguir estudiando para ser maestra, su primer amor, sus desilusiones… Todo será contado según la perspectiva de Christina, y año tras año, estación tras estación, junto a las labores propias de una granja, iremos conociendo y sorprendiéndonos con este personaje y su entorno, una casa decadente sin agua corriente que sus antepasados utilizaron como hostal, pero que languidece con el paso de los años al igual que sus habitantes.
En cambio en el otro hilo temporal, en la parte de la historia en la que el pintor entra en sus vidas, apenas pasa nada, más allá de las idas y venidas de Andy para pintar diferentes bocetos de la casa, de Christina o de su hermano (y que si buscamos en la obra del autor podemos reconocer fácilmente), no ocurre nada relevante, quizás con otra voz narrativa que nos permitiera conocer a Christina desde otra perspectiva, y sobre todo conocer a Andrew Wyetch, la novela me hubiera causado una sensación diferente, pero creo que la intención de la autora no era conocer al autor de los cuadros si no sus obras, lo que le inspiró y quiso reflejar en sus pinturas... y eso sí es algo que la autora ha conseguido trasmitir.
Por ello, Christina es el único personaje bien dibujado de la novela y el único que conoceremos en profundidad, y sin embargo, es un personaje que me ha trasmitido sensaciones muy contradictorias con el devenir de su historia, la compasión inicial, e incluso la admiración que he sentido al inicio de la novela por su tenacidad, se transforma en terquedad con el paso del tiempo y la convierte en un ser egoísta que me ha confundido, y con el que supongo, la autora ha querido reflejar la amargura que ha ido envenenando su existencia anclada a ese lugar.
En definitiva, “Un rincón del mundo” es una novela de ficción histórica sobre la mujer y el lugar que inspiró gran parte de la obra del pintor Andrew Wyeth, una novela con un toque costumbrista, de ritmo pausado y tono bucólico que no ha conseguido emocionarme ni trasmitirme mucho más de lo que refleja la obra del autor.